sábado, 28 de marzo de 2009

LIBROS E HISTORIAS DE ROJOS

Termino de leer un libro se llama LOS PSIQUIATRAS DE FRANCO:"los rojos no estaban locos" de Enrique González Duro. Trata de la colaboración sistemática de los psiquiatras de Franco en la moral y la política del régimen para castigar aún más si cabe a los vencidos, a "los rojos".

Tras leerlo se entienden mejor los silencios de los mayores, el bajar la voz ante determinados temas, el no querer hablar de la guerra en general y aún menos de las experiencias personales.
Aún sabiendo que a los vencidos les impusieron grilletes en el alma para que no se movieran, para que no pensaran siquiera que tenían derecho a la libertad que un día soñaron, corre un estremecimiento de dentro a fuera al ir descubriendo de la mano de González Duro con la frialdad que se planeó y se ejecutó la aniquilación física y emocional de los vencidos, de "los rojos".
Según se avanza en la lectura acuden recuerdos vividos e historias oídas.

Las largas filas de "los niños de la Beneficencia, de la Inclusa", niños silenciosos, de cabeza baja, ojos tristes con batas largas de rayas , cada edad un color, filas con niños desde cochecitos hasta adolescentes, el pelo cortado al cero los chicos, flequillos cuadrados y corte hasta la nuca las chicas.
Todos iguales, uniformes, disciplinados, sin posibilidad de soñar, sin libertad para mirar con la cabeza alta, lo más llamativo era el silencio que envolvía los lugares por los que pasaban. Sólo se oían los pasos de los niños y las órdenes de las monjas-cuidadoras , todo se paraba a su paso; quienes compartían la ideología de los vencedores miraban su obra orgullosos, en el mirar de los vencidos resaltaba la pena y el silencio, sabían por qué estaban allí y la suerte que habían corrido sus padres. "Hijos de rojos", hijos de nadie.
Recuerdos e historias de hombres silenciosos, enmudecidos que en determinadas fechas salían a parajes solitarios a vomitar su pena, a encontrar la única libertad posible, la del espíritu y un ferviente deseo "que sus hijos tuvieran otra historia que vivir, una historia feliz que contar".
Historias de familias con algún pariente en el "maquis" señaladas, marcadas, a las que registraba a capricho en viajes o desplazamientos la Guardia Civil, familias a las que seguían los miembros de la falange, hasta en las meriendas campestres, prolongándose esta situación en el tiempo desde el fin de la guerra hasta la muerte del Dictador.
Y aún después de haber apresado al "maqui" (porque era un sin nombre) los niños eran interrogados por "la secreta" o el sacerdote de turno sobre lo que sabían de ese pariente, pariente que negaban durante cinco días a la semana, el sábado y el domingo le escribían a la cárcel.
Se aprendía a mentir desde niño, se aprendía a sobrevivir fuera de casa y a vivir con un resquicio de libertad dentro.
Miles de historias pequeñas que se multiplican por cientos de miles en la memoria de España, esa memoria que se está tardando tanto en rescatar.
Y como vergüenza y contrapunto tenemos el libro que la Diputación de Castellón ha editado ensalzando la figura del Dictador. ¿No se podría considerar como apología del golpismo? ¿No se podrían promover leyes como se hizo en Alemania con la negación del Holocausto?
De consentir ésto llegará un momento en que otras generaciones creerán que no fue una Guerra Civil, sino una simple escaramuza y llegó el Dictador como pacificador, habrá un negacionismo de la Guerra Civil.
Entretanto siguen los muertos en campos y cunetas esperando que alguien los rescate, que alguien escriba su nombre en piedra.
Gracias Dr. González Duro por enseñarnos un poco más.